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La princesa y el dragón

La princesa y el dragón

  • Clara Callís

Cómo saber cuándo estarás preparado para comenzar un proyecto


En el alfeizar de la ventana más alta de la torre más alta de la aldea más alta de la comarca, se sentaba una princesa con las rodillas dobladas y la nariz enterrada en el libro Los 5 puntos clave para atacar a un dragón y vencerlo. Las estanterías estaban arqueadas por el peso de los libros, otros se amontonaban en el suelo y en el escritorio. Cada libro mostraba una parte diferente del dragón que le ayudaría a vencerlo. Los habitantes estaban escondidos, esperando la llegada del caballero más valiente de la comarca. La princesa, cansada de esperar, quería resolverlo ella misma. Sabía que solo tendría una oportunidad. Debía prepararse bien.


Tomaba apuntes, se entrenaba con la espada y con la lanza. Los mejores profesores del mundo estaban allí para ayudarla. Cada día la princesa era más fuerte, pero también lo era el dragón. Era una carrera de preparación y era necesario encontrar el momento adecuado. Esperaba un día de lluvia y sin viento para que el fuego no pudiera avanzar y sin mucho barro para que ella y el caballo se pudieran mover. La presión era enorme. Si fracasaba no solo sería un dolor en su orgullo. Podía ser el fin de ella misma y de todo el pueblo.


Un día se permitió levantarse tarde. Mientras desayunaba su tostada sin mermelada de higos, mentalmente repasaba el ejercicio de la noche anterior. Había diseccionado una lagartija y encontrado con un palillo los puntos que se podían clavar con más facilidad: la clavícula, debajo de las costillas, en las axilas y en las ingles. Era bastante rápida con una lagartija. Con la inmensidad del dragón vería claramente los puntos débiles, le faltaba la destreza para atravesar una piel de 10 cm de grosor.


Comía sin ganas. Los gritos de unos niños que corrían bajo la ventana la hicieron volver a la realidad. Se cubrió los hombros con un chal y sonrió. Hacía tiempo que no escuchaba a los niños reír. ¿Reír? ¿Cuándo había empezado? Y la tostada, ¿por qué no tenía sabor a ceniza? Levantó la cabeza y vio los árboles con un color verde intenso. Entraba una brisa fresca en lugar del calor que asfixiaba. No había la niebla negra ni olor a quemado. Los ojos no le picaban. ¿Dónde estaba el dragón?


Bajó la escalera de caracol corriendo y, al salir, la gente se estaba agrupando en la plaza. Había música y baile. La poca comida que había la compartían alegremente ignorando la racionalidad. La gente estaba eufórica. La multitud dejó paso a un caballero que llevaba una rosa ensangrentada para la Princesa. Se presentó. San Jorge. Había matado al dragón y con la rosa le dedicaba aquella victoria. La princesa cogió la rosa y se la comió. Los dientes serraban con fuerza y no se dio cuenta de que las espinas se le clavaban. Por el borde de la boca salía un hilo de sangre. ¡Esa batalla debería haber sido suya!


Y tú, ¿a qué estás esperando?


No quiero que un caballero galante me salve y lo haga por mí. Quiero hacerlo yo. Quiero escribir y quiero compartirlo. No me siento nada preparada. El blog es muy mejorable. Pero la perfección paraliza.


Comienza antes de estar preparado

El momento adecuado nunca llegará. Si tienes miedo es que es importante para ti. Y si es importante, no lo pospongas más. La gente que tiene éxito empieza más temprano que la gente normal. Empiezan sin estar preparados.


Comenzar no significa formarse, eso es otra forma de procrastinar. Comenzar significa hacer, crear, moverte. Para poder hacerlo necesitas una cosa: tiempo. Si es importante para ti, bloquea en la agenda un tiempo concreto: 15 minutos cada día o una hora un par de veces por semana. Si quieres apoyo, te puedes unir a la hora de la ranita o puedes hacerlo por tu cuenta. Pero hazlo. Cada paso vas avanzando y al cabo de unos meses no te creerás hasta dónde habrás llegado.


¿Te apuntas?


¿Qué harías si tuvieras una hora para trabajar en tu proyecto más deseado?

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